viernes, 24 de febrero de 2017
The neon demon (Nicholas Winding Refn, 2016)
La fascinación por la belleza física y la atracción sexual (tan relacionada con aquella) constituyen fenómenos verdaderamente fascinantes del psiquismo de la especie humana: en realidad, nadie es capaz de sustraerse a la perturbación que ocasiona la percepción de la presencia de alguien que nos resulte verdaderamente atractiv@. Podemos, sí, algunas veces, no siempre, disimularlo, o bien reprimir nuestra turbación y sublimarla. Pero, en todo caso, el hecho de que características puramente físicas (puesto que también lo son aquellas que no tienen que ver únicamente con los puros rasgos corporales, que consisten en maneras específicas de hablar, de mirar, de gesticular, etc.) sean capaces, de apelar de manera tan profundamente conmovedora a nuestra mente, hasta forzarla (a actuar, o a desearlo, o retorcerse sobre sí misma para contener el deseo), sin que tal motivación tenga por qué obedecer a fundamento racional alguno, resulta siempre enormemente inquietante. Conocemos, es cierto, cada vez mejor la base evolutiva por la que ello ocurre. Mas el conocimiento de las causas apenas nos consuela de lo desolador que resulta constatar nuestra completa falta de dominio "sobre nosotr@s mismas" (sobre la mente y sobre el cuerpo que enmarcan nuestra identidad)...
Michael D. Cicchini: The Battle over the Burden of Proof: A Report from the Trenches
Interesantísimo: estudios empíricos demuestran que es más probable que un jurado dicte un veredicto de culpabilidad si se le pide que "busque la verdad" de los hechos" (en las pruebas del caso) que si se le pide que determine (sobre la base de las pruebas del caso) si la acusación ha quedado probada "más allá de toda duda razonable".