X

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

sábado, 23 de septiembre de 2017

Estiu 1993 (Carla Simón, 2017)


Estiu 1993 narra el proceso de elaboración del duelo por parte de una niña pequeña, a la muerte de su madre...

Bueno, no: en realidad, la síntesis que acabo de ofrecer de la historia parece mayormente una acto de sobreinterpretación; o, si se quiere, representa un subtexto, que puede presumirse subyacente a las escenas que, como espectador@s, contemplamos en la pantalla.

Porque lo que verdaderamente contemplamos es otra cosa: una serie de escenas de una niña (de unas niñas) que evoluciona(n), en su nuevo hogar, comportándose como se comportan l@s niñ@s: imaginando, temiendo, ilusionándose, sintiéndose abandonad@s, explorando, riendo, perdiéndose, dañándose...

Que a todo ello la directora y guionista le haya añadido determinados diálogos explícitos, con el fin de "ponernos en situación", no deja de ser una concesión de la creadora a las convenciones del cine narrativo. Pues, en verdad, la historia pretendidamente narrada (esa elaboración del duelo a la que me refería al comienzo de esta entrada) apenas posee interés. Lo que verdaderamente lo tiene en esta película es, en cambio, la contemplación de la evolución de esas niñas actrices (bien acompañadas por l@s poc@s actor@s adult@s que les acompañan en la representación): de sus maneras de expresar la representación de unas niñas -como ellas mismas- que experimentan sensaciones y experiencias varias (y, acaso, en el fondo, también pensamientos, aun medianamente inarticulados).

Así, Estiu 1993 vale más como una suerte de docu-drama sobre la construcción de una película con personajes infantiles (niñas muy pequeñas): sobre cómo las pequeñas actrices encaran su labor interpretativa y representativa. Sobre cómo la cámara las persigue, encuadra y muestra esos cuerpos infantiles, en acción, en situación. Sobre cómo ello, como espectador@s, nos afecta.

Podremos olvidar la historia de la película. Pero apenas seremos capaces de dejar a un lado a Laia Artigas (Frida) y a Paula Robles (Anna), a los cuerpos que encarnan a esos personajes. A su forma de moverse, de mirar, de gesticular, de hablar. De explorar el mundo, en suma. Aunque sea un mundo que -nosotr@s, adult@s- hemos decidido que sea considerado como una pura ficción (y ejemplar, además). ¡Manías de quienes ya hemos perdido la ilusión -y la confianza que la acompaña- por la solidez de la realidad material (¿cuál, si no?) en la que nuestra experiencia (existencia) transcurre!




Más publicaciones: