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domingo, 1 de enero de 2017

Hell or high water (David Mackenzie, 2016)


Hell or high water transita por territorios cinematográficos extremadamente conocidos, manidos incluso, a estas alturas: el del thriller ambientado en el territorio de la "Norteamérica profunda", entre la white trash. Combinando el retrato social de los desperadoes con el subgénero de atracos bancarios. Y añadiendo a una pareja de policías, los que persiguen a los atracadores, como contrapunto cómico al drama de los personajes principales, y también como comentaristas y observadores externos del mismo.

Se trata, como se puede ver, de una película formularia, en la que se combinan diversos tópicos temáticos (personajes, estructuras motivacionales de los mismos, ambientes sociales, situaciones dramáticas, diálogos) habituales en el cine norteamericano al menos desde los años treinta del pasado siglo, y se les presenta, desde el punto de vista formal, a través de los estilemas audiovisuales del thriller contemporáneo, modulados por un cierto deje -antes aparente que verdaderamente profundo- procedente de la estética del "cine independiente" más adocenado.

A partir de tanto formulismo, lo que se obtiene es una película que resulta agradable de ver, pero que apenas contienen novedades. Porque no pretende tenerlas. O, por mejor decir, porque la única cosa que pretende aportar al género -a la mezcla de géneros- es la referencia al marco espacio-temporal de la narración: el de unos Estados Unidos atravesados por una crisis económica profunda y, por consiguiente (en el marco del capitalismo neoliberal), también por una gravísima crisis social, que se ceba de manera brutal sobre la clase trabajadora.

Esta pretensión abiertamente deíctica, de señalar a un "aquí" y a un "ahora" como el espacio y el tiempo de la historia narrada, de remarcar la (pretendida) simultaneidad entre acto narrativo y momento referido por la narración misma, se supone que ha de reforzar la potencia estética de la película, para volverla más relevante. En este sentido, hay que advertir, no obstante, que en realidad el director, a pesar de los énfasis (tanto visuales como en los diálogos) que ensaya para lograrlo, apenas es capaz de algo más que enunciar tal relevancia. La trama de la película podría, pues, transcurrir igualmente en la gran depresión de los años 30, en la crisis de los 70 o en cualquiera otra. La referencia constante a los bancos y a su poderío resulta más demagógica que efectiva, a la hora de mostrar la realidad. Una realidad que apenas se analiza, tan sólo se describe.

De este modo, Hell or high water acaba por ubicarse (además de estar también -como señalé- enmarcado dentro del subgénero del thriller de la Norteamérica rural e interior) en un subgénero que ha cobrado vida propia en los últimos años (recuerdo ahora mismo otro ejemplo, también comentado en este Blog: el de Killing them softly): el de las películas de género con pretensiones de denuncia, pero radicalmente incapces de articular formalmente tal denuncia e ir más allá de las convenciones genéricas de partida.




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