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lunes, 29 de agosto de 2016

Thomas Mann: Buddenbrooks. Verfall einer Familie


La lectura de Buddenbrooks. Verfall einer Familie (la primera novela que publicó Thomas Mann -hay traducción castellana en Edhasa) podría parecer, en una primera impresión, irrelevante: el relato de una saga familiar de la burguesía alemana a lo largo de cuatro generaciones y de buena parte del siglo XIX, preñado tan sólo de pequeños acontecimientos familiares; enamoramientos, emparejamientos, enfermedades, muertes, nacimientos,...

Mas no hay que engañarse. Porque, en realidad, esta primera novela de Mann es ya una novela eminentemente moderna. Y lo es no por lo que cuenta (que, como acabo de señalar, podría ser el contenido de cualquier novela decimonónica, aun de la más vulgar -y que, por cierto, sigue siendo el contenido de tantos best-sellers comerciales actuales...). Sino por la perspectiva narrativa y los énfasis que adopta a la hora de aproximarse a la materia narrada.

En efecto, lo que, en el fondo, cuenta Buddenbrooks. Verfall einer Familie no es tanto el cúmulo de acontecimientos que afectan a los miembros de la familia, cuanto el surgimiento en su seno, de manera inexorable, de la conciencia contemporánea: problemática, escindida, abismada, con una enorme potencialidad destructiva sobre las (en realidad, frágiles) identidades burguesas.

La familia Buddenbrook es, precisamente, un lugar improbable para que las seguridades ideológicas de la burguesía del siglo XIX sean puestas en cuestión, y derruidas: nadie más apegado a la ideología de progreso, bienestar material, orden social clasista e insensibilidad estética que los miembros de esta familia. Y, sin embargo, lo que narra la novela son las diferentes maneras en las que la conciencia escindida moderna penetra, pese a todo, en la familia... para acabar por destruirla. Porque la familia Buddenbrook es, ante todo y sobre todo, un rol social, un nudo de imputación de poderes, de responsabilidades, de relaciones sociales. Y en el momento en el que todo ello es puesto en cuestión, ya nada importa: la familia se ha de venir abajo. (En la novela, esta decadencia se manifiesta incluso físicamente, a través de la enfermedad y la muerte. Aunque, en realidad, este recurso retórico del novelista sería de lo más prescindible...)

La novela, entonces, se esfuerza en analizar el modo en que la sucesión de las generaciones dentro de la familia Buddenbrook hace que todo aquello que era firme, seguro, sin dudas ni problemas, en las primeras generaciones de burgueses, se vuelva problemático y angustioso en las siguientes: a través del vicio, de los problemas psicológicos, de la angustia existencial, de la apertura a las experiencias estéticas,... (Falta la política, apenas presente -de forma explícita- aún en esta obra: habría que esperar a más adelante para que Mann adoptase una conciencia política explícita...) Todo ello, de distintas maneras, conduce en un mismo sentido: el de la puesta en cuestión de todo aquello en lo que los buenos burgueses y burguesas fueron educad@s.

Al final, la narración, en su final desolado, muestra a los restos de aquella burguesía (a las mujeres de la familia), caídas, desesperadas, deseando creer todavía en aquello que siempre quisieron creer. Pero incapacitadas, en realidad, ya para hacerlo. El espectro de la angustia planea, ineluctable, sobre los nuevos tiempos...

Todo ello, narrado a través de una técnica literaria que podría ser tildada de tradicional, si no fuese por la potente ironía de la voz del narrador, atenta siempre a los pequeños detalles, contradicciones e hipocresías de sus personajes, y a señalárselas a l@s lector@s. Y porque, en realidad, el reposado tono decimonónico que la novela adopta, por lo que se refiere a su estilo, resalta aún más lo decididamente contraria a la tradición novelística decimonónica que resulta aquello que, en el fondo, se destaca en la narración, a pesar de hallarse tan entreverado de anécdotas del más variado pelaje.


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