En este artículo, publicado en el nº 241 (noviembre 2015) de Le Monde Diplomatique en español, se cuenta la instructiva historia de cómo Holanda ha reducido su población carcelaria, sin renunciar por ello al empleo (y aun al abuso) del Derecho Penal.

Nadie que conozca el asunto descubrirá algo novedoso en el artículo y en la historia que cuenta: reducción de la duración de las penas de prisión, uso de penas distintas de la prisión para delitos menos graves y leves, recurso a los sustitutivos penales,... Nada nuevo, es cierto, pero en un país como España, en el que cada legislador, a izquierda y a derecha, y prácticamente sin excepción, se empeña una y otra vez en aumentar las penas (la diferencia de opiniones parece estribar únicamente en cuáles son los delitos que merecen tal elevación) y en ignorar que exista el principio de humanidad, que haya penas diferentes a la de prisión, y que existan regímenes de ejecución de la misma más razonables que el régimen ordinario (cerrado), tales obviedades merecen ser recordadas: si se quiere (reducir la tasa de encarcelamiento), se puede.