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viernes, 20 de marzo de 2015

Pasolini (Abel Ferrara, 2014)


Pasolini narra los dos últimos días de vida, y la muerte, de Pier Paolo Pasolini. Pero lo hace mediante una técnica narrativa esencialmente fragmentaria: escenas distintas (de vida doméstica, de escritura y creación, de imaginación, de deseo y de sexo, de diálogo intelectual,...), que pretenderían -es de suponer- ofrecer un panorama omnicomprensivo de la vida, en constante tensión tanto intelectual como existencial (y política, aunque esta faceta apenas se asome a la película), del artista e intelectual italiano.

Sin embargo, si la película destaca por algo, no es precisamente por su tensión. No, cuando menos, por una tensión explícita: ni en la trama, ni tampoco en las formas audiovisuales que adopta, muy alejadas estas últimas de las que nos hemos acostumbrado a advertir en otras películas del director (estas sí, muchos más percucientes: en Bad lieutenant, en King of New York o en The addiction, por ejemplo). Antes al contrario, Pasolini resulta ser una narración extremadamente contenida en su tono, incluso en aquellas de sus escenas en las que se visualiza la película (Porno-Teo-Kolossal) que P. P. Pasolini tenía en proyecto en el momento de su muerte (y que, en principio, a tenor de su argumento, deberían acogerse a una estética del exceso y de lo carnavalesco).

Nada de esto ocurre, sin embargo. Y me parece que ello resulta notable, y significativo: justamente, para hacer que la película, en tanto que retrato de artista, resulte en último extremo fallida. Pues, en efecto, parece muy difícil, de la sola visión de la película (esto es, sin el auxilio que nos proporcione nuestro conocimiento anterior de las circunstancias vitales, artísticas, intelectuales y políticas en las que transcurría la vida de P. P. Pasolini en el momento en el que tuvo lugar su muerte), extraer una comprensión suficiente del grado de tensión existencial que la persona real que está pretendiendo biografiar experimentaba en aquellos momentos que se retratan. Y menos todavía, cualquier idea clara acerca de sus apuestas estéticas (la "trilogía de la vida", frente al aldabonazo constituido por Salò o le 120 giornate di Sodoma, la novela Petrolio) y políticas (los Scritti corsari y sus airadas tomas de posición, la tensísima situación política italiana de la época,...). Es decir, de todo aquello que hace aquel momento de vida de P. P. Pasolini, y también su repentina -y oscura- muerte, un momento verdaderamente significativo para nosotr@s, que no somos familia suya, por lo que sólo por ser quien es aquello aún nos puede afectar.

Todo ello, no obstante, queda fuera de la película de Abel Ferrara. Desconozco si hay circunstancias externas que le han forzado a optar por una solución estéticamente tan contenida (e impotente), que, viniendo de este director, parece particularmente sorprendente. Sea como sea, la sensación que obtendrá un(a) espectador(a) interesad@ en profundizar en la vida, la obra, los dilemas vitales o cualquier otra faceta de cuanto P. P. Pasolini ha representado y representa, será, sin duda alguna, la de decepción. (Como también lo será la de quien vaya buscando formas nuevas de abordar el género del biopic, porque, desde este punto de vista, puramente estético, tampoco nada novedoso y/o relevante encontrará en la película.)

Es cierto: también quedará decepcionado quien vaya buscando el morbo del escándalo (homosexualidad, chicos de la calle, relaciones sexuales con grandes diferencias de clase y de edad, muerte violenta en un barrio marginal, etc.), ya que Pasolini ni abunda ni se regodea en escenas escabrosas. Sin embargo, me parece un bajo rédito para una película sobre tema tan agradecido...




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