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martes, 13 de enero de 2015

Mr. Turner (Mike Leigh, 2014)


Como película, Mr. Turner es únicamente una muestra más de la maestría de Mike Leigh para poner en forma audiovisual cualquier narración que aborde: su excelente trabajo con los actores para componer los personajes (¡impresionante Timothy Spall!), la soberbia dirección artística y el dominio de las formas visuales, componiendo planos extremadamente significativos, y bellos...

Me interesa, no obstante, más llamar la atención acerca de la particularidad de Mr. Turner en tanto que película sobre las artes plásticas, y sobre un artista. Y es que, en efecto, las opciones narrativas adoptadas en la película a este respecto resultan extremadamente llamativas, por su originalidad. Por una parte, Mr. Turner se distancia notablemente -de un modo casi estruendoso- de la tradición genérica del biopic: no hallaremos en ella ni parábolas de ascensión, caída y redención, ni epopeyas de búsqueda y descubrimiento. J. M. W. Turner, el pintor, aparece en la película como un ser humano más, apasionado por su trabajo, sí, pero sin ningún aura de destino, ni de malditismo, durante algunas escenas de sus últimos años de vida, ya consagrado.

Por otra parte, sin embargo, la opción de Leigh no es tampoco reconstruir el universo plástico de la obra artística del pintor (al modo de -pongamos- Le mystère Picasso o de El sol de membrillo). Se componen, es cierto, algunas escenas que reproducen varios de sus cuadros más conocidos. Pero no hay, empero, profundización alguna, ni en los recursos formales empleados ni en la cosmovisión subyacente del artista. Desde este punto de vista, el/la espectador(a) de Mr. Turner permanecerá completamente a oscuras.

¿Cómo interpretar, entonces, esta estrategia narrativa del director, más caracterizada (por lo que hace a los contenidos, que no en lo estrictamente formal) por sus carencias que por sus aportaciones? Cabe proponer dos interpretaciones distintas, alternativas... o tal vez no. Cabe pensar, primero, en una limitación, en una incapacidad -asumida- para hacer que el cine logre penetrar en los misterios de la creación plástica. Pero cabe también, no obstante, imaginar que la intención última ha sido, justamente, una renuncia: limitarse a presentar al ser humano (que es también artista) y a mostrarnos el misterio de que algo tan limitado como es un ser humano pueda emanar (de una manera, en última instancia, inexplicable) tanta belleza.




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