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lunes, 1 de diciembre de 2014

R. Jackon/ M. Breen Smyth/ J. Gunning (eds.): Critical Terrorism Studies: A new research agenda


Como es sabido, los Terrorism Studies constituyen una (sub-)disciplina que apareció a comienzos de los años setenta del siglo pasado, dentro del marco general de la ciencia política y como continuación y desarrollo de previas investigaciones sociológicas y politológicas acerca de insurgencia y contrainsurgencia.

Desde entonces hasta ahora, y muy particularmente desde el 11 de septiembre de 2001 y el intento del Estado norteamericano de convertir la “guerra contra el terrorismo” en una nueva ideología imperial, estos estudios se han venido desarrollando de manera previsible: en especial, unidos de forma particularmente intensa a las políticas imperialistas, a las que en la práctica –aun con honrosas excepciones- han servido de forma constante y sin rebozo: a veces, de forma intelectualmente sugerente y crítica, mas siempre desde una posición de auténticos “intelectuales orgánicos” del aparato de poder imperialista.

(Mutatis mutandis, cabría afirmar cosas semejantes acerca de los –mucho más escuálidos- estudios sobre terrorismo españoles.)

Es justamente en este contexto en el que surge el movimiento de los Critical Terrorism Studies (del tronco de los Critical Security Studies), de los que el libro que ahora comento (Routledge, Abingdon, 2009) pretende ser una especie de manifiesto, así como un intento de fijar sus compromisos teóricos, metodológicos y morales, así como su programa de investigación.

Este movimiento está intentando poner en cuestión los presupuestos (muchas veces, no explícitos) de los tradicionales estudios sobre “terrorismo”. En particular, tres son los aspectos en los que dicho cuestionamiento ha de desarrollarse:

- En primer lugar, por lo que hace a las cuestiones ontológicas y conceptuales: en contra de lo que se ha convertido en el lugar común de los estudios sobre terrorismo más ortodoxos, el movimiento crítico no da por supuesto que exista una categoría sociopolítica dotada de una evidente sustantividad propia, que englobe a un conjunto homogéneo de fenómenos “terroristas”. Antes al contrario, el interés de los estudiosos críticos versa precisamente sobre la manera en que la categoría conceptual (e ideológica) de “terrorismo” ha sido constituida, como herramienta de conocimiento, pero también, además, como herramienta de poder (la influencia de Michel Foucault en esta tendencia a resaltar los efectos políticos de los discursos propios de las ciencias sociales resulta evidente). Y, justamente, también en la crítica de las asimetrías, silencios y manipulaciones ideológicas que rodean al concepto, así como en su esencialismo. Y es que no existe un terrorismo, sino muchos. Y no hay organizaciones o individuos “terroristas”, sino determinados actos y estrategias terroristas, desarrollados por actores diversos, en contextos diferentes y con significaciones extremadamente específicas e idiosincráticas.

- En segundo lugar, en relación con los problemas epistemológicos y metodológicos implicados. Así, en el primer aspecto, un conocimiento social crítico tiene que resultar sensible a las fuerzas sociopolíticas que inciden sobre las definiciones y categorías conceptuales empleadas y no dar supuesta la “objetividad”, sino aceptar que la construcción social de la realidad a través de la teoría precisa ser puesta en cuestión, y sometida a discusión crítica. (En este sentido, el movimiento de los Critical Terrorism  Studies reclama la herencia de la teoría crítica de la escuela de Frankfurt.)

En la faceta metodológica, los Critical Terrorism Studies realizan una crítica frontal a la naturaleza fuertemente idiosincrática de las metodologías empleadas por buena parte de l@s estudios@s más tradicionales, reclamando a cambio la consolidación de la práctica de emplear la mejor metodología (crítica) de las ciencias sociales (Sociología, Antropología, Psicología, Criminología, Ciencia Política, Historia, etc.) en el estudio del terrorismo. De normalizar, en fin, dichos estudios, en tanto que (parte de las) ciencias sociales. De este modo, se reclama que, en vez de generalizaciones –más o menos dudosas- basadas casi siempre en fuentes secundarias o en datos oficiales (o, peor aun, en –supuestas- filtraciones procedentes de fuentes estatales y “confidenciales”), se trabaje en el análisis detallado de casos concretos de organizaciones que han adoptado (de manera más o menos estable, aunque casi nunca definitiva) estrategias terroristas, obteniendo información directamente de los propios miembros de dichas organizaciones y de su medio social, escuchando y tomándose en serio sus mensajes y discursos y atendiendo cuidadosamente al contexto en el que el terrorismo –las acciones terroristas- surge en cada caso concreto.


- Por fin, el movimiento de los Critical Terrorism Studies pone abiertamente en cuestión la ética profesional de (buena parte de) los estudios más tradicionales sobre el tema. Y ello, en primer lugar, por su evidente sesgo pro-estatal que asumen explícitamente sus estudios, al apartar el terrorismo de Estado como objeto de análisis, limitándose a analizar las actuaciones y estrategias terroristas procedentes de organizaciones no estatales, como si fuese éste el único fenómeno importante (cuando los datos empíricos nos indican más bien lo contrario, que es el terrorismo de Estado el fenómeno más omnipresente –y dañino- en este ámbito). En segundo lugar, por su vocación de colaborar con los órganos del Estado en la evaluación y represión de los fenómenos terroristas, mezclando así de un modo éticamente inadmisible los objetivos de investigación científica con los de contribución política. Y, finalmente, debido a su concepción extremadamente restrictiva, y conservadora, del concepto de seguridad, en el que pesa mucho más la seguridad de los estados que la seguridad humana. Y, a tenor de la cual, los problemas que se acaban por abordar e intentar resolver (se destaca, en este sentido, que los Terrorism Studies más ortodoxos tiene una irrefrenable tendencia a convertirse en una técnica –al servicio de los estados- de problem-solving) son antes los de quienes ostentan el poder en cada estado que los de la emancipación del miedo y el terror (y el respeto a sus derechos humanos) de la mayoría de las poblaciones, estén sometidas principalmente al poder de algún estado o lo estén a los de una organización no estatal (o a una combinación de varios de estos poderes).

De todo esto se ocupa el libro que hoy comento, examinando con detenimiento las cuestiones y, sobre todo, apuntando líneas de investigación extremadamente sugerentes, siempre con la finalidad última de convertir la disciplina de los estudios sobre terrorismo en una subdisciplina normalizada de las ciencias sociales: con todas las dificultades (metodológicas, epistemológicas y éticas) que las ciencias sociales han siempre de afrontar, pero plenamente autoconsciente de dichas dificultades, y atenta a evitar seguir siendo antes una herramienta ideológica y política que una ciencia.


Me parece, por ello, que se trata de un libro de lectura obligada, por cuanto plantea y sugiere. Más aún en un país en el que, como en España, los estudios sociales sobre el terrorismo son tan pobres en calidad, mientras que lo que sí que se ha desarrollado –por desgracia- es toda una industria de opinadores y sedicentes “expert@s”, que actúan ante todo como corifeos del gobierno y de los servicios de seguridad, sin aportar prácticamente ningún conocimiento que pueda ser considerado relevante en términos estrictamente científico (y cuya aportación suele ser, además, éticamente deleznable). Así pues, en desarrollo, también en España, de unos estudios (sociales) críticos acerca del “terrorismo” es una gran necesidad.



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