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jueves, 8 de mayo de 2014

¿Para qué le sirven a las izquierdas l@s líderes?


Sobre el tema, puede leerse con provecho -por su carácter muy informativo- el texto siguiente:

Como apunta el artículo enlazado en primer lugar, no deja de resultar paradójico que iniciativas electorales que (como Podemos o el Partido X -y otros proyectos aún más oscuros) pretenden captar votos proclamando "otra forma de hacer política" y su lucha por la "democracia real" (es decir, captarlos entre quienes simpatizamos con las reclamaciones más identificables del Movimiento 15-M) lo hagan recurriendo a las formas del personalismo y del aprovechamiento de la popularidad mediática de ciertos personajes.

La razón, añado, resulta obvia, desde el punto de vista de la ciencia política: con programas más bien vagos (e irrealizables), difíciles de distinguir entre sí, la popularidad mediática del líder otorga justamente aquello que busca todo producto que se pone a la venta en el mercado (aun el electoral), un signo distintivo frente a las restantes ofertas; una marca, vamos, fácilmente identificable por el votante.

En este sentido, llama también poderosamente la atención el hecho de que en partidos como Izquierda Unida (pero también, añado yo, Equo, Sortu, o -en la derecha- el Partido Nacionalista Vasco) no resulte tan decisivo -aunque, por supuesto, también intenten explotarlo- el perfil mediático de sus líderes y candidat@s.

Hipótesis explicativa: en los cuatro casos existe, antes del programa electoral y de que se conozcan sus candidat@s y líderes, una identidad colectiva, compartida por (buena parte de) sus votantes, que se apoya en una combinación de valores morales (ejemplo: la prioridad de la igualdad y la justicia social, en el caso de Izquierda Unida), creencias (en el mismo ejemplo: el análisis que propone, a tenor del cual son la explotación y la dominación capitalistas las que explican esencialmente la injusticia) e historia compartida (sigo con el ejemplo: la tradición transmitida de las luchas de las izquierdas durante la república, la guerra civil y el franquismo, toda la tradición emancipatoria de la izquierda comunista mundial,...), y que hace que dichos votantes permanezcan fieles a la oferta electoral, independientemente de qué personas la encarnen en el plano mediático.

Corolario práctico: en las izquierdas (en la política en general, pero a mí me interesa sólo la de las izquierdas), estamos condenados a elegir entre dos alternativas, la de la comunidad o la de la evanescencia (y el mercantilismo). En la primera, hemos de constituir (socialmente) comunidades, sobre la base de tradiciones, valores y creencias compartidas: de ellas saldrán, entonces, nuestros apoyos políticos (electorales o no). En la otra alternativa (por desgracia, la más explorada, pues resulta más sencilla, e inmediata), sólo hay que poner sobre el tapete recursos: dinero, popularidad, etc., y traducirlos, mediante técnicas publicitarias, en incidencia propagandística dirigida indiscriminadamente a toda la población, en la línea de los catch-all parties.

Cabe dudar, sin embargo, de que esta segunda alternativa lo sea realmente, para las izquierdas. Porque difícilmente dispondremos de los recursos necesarios para competir con los grandes partidos atrapalotodo. Porque difícilmente, por más trucos publicitarios que empleemos, un programa político (verdaderamente, no sólo retóricamente) radical obtendrá adhesión de un electorado que no esté previamente politizado, en las tradiciones emancipadoras, por otros medios. Y porque, en fin, si la publicidad como medio principal de politización y para el éxito político conlleva necesariamente el empleo de una gran cantidad de recursos y de líderes populares, la tentación, y el riesgo, están servidos: de que, una vez más, las élites de las organizaciones políticas de las izquierdas puedan ser cooptadas (a bajo precio, normalmente) por los poderes sociales hegemónicos (señaladamente, por el gran capital y sus agentes).

Lo cual, desde luego, tampoco garantiza que la otra alternativa resulte verdaderamente viable, en términos generales o en supuestos concretos. A veces habrá que reconocer, sin más, que no tenemos ninguna alternativa.

(El debate, por supuesto, no versa sobre si hacen falta o no l@s líderes: es obvio que en toda organización o movimiento resultan imprescindibles. La cuestión, por el contrario, es decidir qué hacemos con ellos. O, en otros términos: si el medio -el líder- ha de constituir el mensaje -el discurso-, o más bien servirlo.)


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