Hay en La gran familia española una -para mí, al menos- evidente contradicción, o tal vez dos: entre fondo y forma, de una parte; y, entrados ya en la forma, entre su construcción dramática y la praxis (interpretativa, esencialmente, aunque no sólo) plasmada en sus imágenes. Y es en dichas contradicciones donde es posible hallar tanto los mejores valores como, también, las incapacidades de la película.