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miércoles, 8 de mayo de 2013

Angel face (Otto Preminger, 1952)


Si Angel face destaca por algo, dentro de la amplia producción del género negro durante la época en que fue rodada (incluida la del propio Otto Preminger, que había proporcionado un buen ramillete de películas al género), es por constituir una suerte de compilación de gran parte de los tópicos temáticos del género y someterlos, en el tratamiento que les aplica el director, a una radical desdramatización. Que es lo que proporciona a la película su peculiar atmósfera.

Tenemos, en efecto, en la trama buena parte de los elementos más característicos del género negro de la época: una femme fatale, un varón sometido a sus peligrosos caprichos que es manipulado una y otra vez y acaba arrastrado y destruido, una familia rica, pero problemática, el deseo incontrolable como destino de perdición, las ansiedades de estatus, las diferencias de clase, los problemas económicos, los problemas de reinserción de los veteranos de guerra, la violencia como salida de una situación psicológicamente insostenible,... Una recopilación de temas, aunque abordados en todos los casos de modo algo superficial, con escasa profundidad.

Además, lo cierto es que el tratamiento visual que Preminger aplica a esta trama desdramatiza notoriamente la narración: no hallaremos prácticamente ninguno de los estilemas visuales de los que se servían habitualmente los directores del género para reforzar la significación dramática y emocional de las imágenes. (Propongo, para comprobarlo, un simple ejercicio: compárese el tratamiento visual de Angel face con el de Laura o con el de Fallen angel, algunas de las otras aportaciones de Preminger al género.  La diferencia en el tratamiento visual aparecerá de forma evidente.)

Debido a ello, la energía emocional que extraemos de Angel face resulta ser, en términos comparativos, significativamente menor que en otras producciones semejantes. Ello no tiene por qué resultar negativo: nos permite observar con mayor serenidad el arsenal de tópicos genéricos y someterlos -porque nos hallamos menos manipulad@s en tanto que espectador@s- a una crítica más racional.


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