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miércoles, 13 de marzo de 2013

"This is 40", de Judd Apatow


Judd Apatow vuelve a presentarnos en esta película otra comedia de costumbres: ahora, sobre las dificultades para permanecer de una pareja estable, que ha llegado a la cuarentena y se enfrenta a todas las dificultades y frustraciones de la vida adulta. Podría remarcarse, entonces, en primer lugar el relevante cambio temático: ya no se trata de personajes que intentan madurar, sino de otros (no es casualidad que sea continuación de los que aparecían ya en Knocked up).

Como siempre ocurre en el cine de Apatow, la narración se basa en muy buena medida en la capacidad del director para construir guiones plagados de diálogos inacabables y para asegurar también estimulantes interpretaciones por parte de sus actores y actrices protagonistas. Y, en particular, su improvisación. (En este sentido, es muy recomendable, para entender sus procedimientos, observar detenidamente las imágenes sin montar de una de esas improvisaciones que aparecen durante los créditos finales de la película, y compararlos con la misma escena tal y como quedó después de ser montada dentro de la película.) Es cierto, no obstante, que en esta nueva película se saca un mayor rendimiento -bien que todavía limitado- al manejo de la cámara que en otras anteriores.

De cualquier modo, conviene detenerse particularmente en el análisis de las fuentes de la comicidad en el cine de Apatow, puesto que tal vez sea en esta última película que ahora comento donde mejor es posible apreciarlas. Tanto situaciones, como diálogos, como interpretación actoral están, en todo caso, al servicio de un comentario suavemente irónico (por establecer una gradación y una comparación: mucho más suave que el que aparece en las comedias de Woody Allen) acerca las vicisitudes de la vida cotidiana de individuos perfectamente integrados en las convenciones y valores socialmente hegemónicos.

Es relevante, en este sentido, el punto de vista adoptado, que desde luego no resulta inocente desde el punto de vista ideológico. Pues, en efecto, sería perfectamente posible -y aun razonable- presentar exactamente la misma historia que Apatow trata en tono de comedia suave desde el punto de vista de una comedia sarcástica; o bien, incluso, del de una comedia dramática. Ya que, de hecho, la descripción que la historia contiene es la de unos individuos enjaulados: en un cúmulo de convenciones, prejuicios, aspiraciones sin sentido, etc.

Y, sin embargo, como es notorio, Apatow opta por un tono mucho más contenido y complaciente. Digámoslo ya: opta por un tratamiento, dramático y formal, propio de lo que en otro lugar califiqué como "comedia apologética". Un estilo de comedia en el que el tema estriba en la dificultad para preservar la "pureza" de las instituciones (aquí, la pareja, el matrimonio y la familia pequeño-burguesas) y en las acciones -individuales y colectivas- que resultarían necesarias para recuperarla.

La cuestión es, empero, que, aun dentro de este marco genérico, me parece que Judd Apatow no es capaz de ir demasiado lejos. Por decirlo, de nuevo, con una comparación: le falta el arrojo (o el idealismo, o la ingenuidad) de un Frank Capra, cuando era capaz de presentar, en sus comedias apologéticas de los años treinta y cuarenta del siglo pasado, amplios cuadros acerca de la situación social de los Estados Unidos de la época; y de proponer acciones, individuales y colectivas, para recuperar el American Dream.

De esta manera, el/a espectador(a) más avisad@ de las comedias de Apatow (y, en particular de esta última película -la anterior, Funny people, resulta ser un caso ligeramente diferente) tenderá antes a recordar cierto tipo de comedia norteamericana, ideológicamente conservadora, de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, dada a cantar las excelencias de las "instituciones sociales más básicas", a pesar de todas sus "dificultades". Hace poco veía yo una muestra ejemplar: Full of life, dirigida en 1956 por Richard Quine; aunque, por supuesto, hay muchas más del (sub)género. Apatow, desde luego, resulta algo más ácido (al fin y al cabo, los tiempos han cambiado...). Y, sobre todo, muy diferente, por lo que hace a sus procedimientos formales para poner en imágenes la trama. Cabe dudar, sin embargo, de que los resultados últimos resulten, al fin, tan distintos.

(Hasta aquí, una lectura a favor: a favor de las intenciones del autor -explícitamente enunciadas, además, en numerosas entrevistas- y del contexto institucional, el de la comedia norteamericana comercial, en el que la obra ha sido producida. Pero, claro está, siempre sería posible también una "lectura a contrapelo" -por utilizar la expresión de Walter Benjamin- del producto audiovisual creado por Apatow. Una lectura subversiva. Desde la cual, como antes apuntaba, la comedia apologética devendría en farsa grotesca, a un paso de la estética del absurdo... y, consiguientemente, del drama -o de la tragedia, tal vez.)


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