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sábado, 3 de noviembre de 2012

#14N: Necesitamos una huelga desobediente (por lo menos)


El #14N próximo todas las personas de izquierdas de este Estado, junto con muchas otras también indignadas por las políticas radicalmente clasistas y antipopulares que este gobierno (y el anterior) han venido promoviendo e imponiendo, vamos a hacer una huelga general.

La vamos a hacer a la vez que en varios otros países europeos. Y a la vez que en otros muchos se llevan a cabo huelgas parciales, manifestaciones, concentraciones y otras movilizaciones.

Es importante darnos cuenta de que es la primera vez que no hacemos una huelga general en contra de una determinada medida de índole laboral (aunque también): hacemos esta huelga en contra de toda una política, globalmente considerada, que es clasista y antipopular. Y contra el gobierno que la promueve. Y contra los partidos políticos (en teoría, en la oposición) que la consienten, apoyan, ocultan, facilitan, etc.

Y, como es claro que estas políticas no proceden de la (muy limitada) inteligencia de Mariano Rajoy y de sus ministros, que no dan para tanto, sino que: a) les está siendo impuesta: por la Unión Europea, su burocracia servil (al gran capital) y sus amos; y b) es posible por la falta de democracia real de un sistema político, español, en el que parece no ser importante que la abrumadora mayoría de la ciudadanía (incluidos buena parte de los votantes del P.P.) rechacen dichas políticas. Como es así, por extensión, esta huelga es también contra lo uno y lo otro: contra la Unión Europea no democrática, oligárquica, sierva del gran capital; y contra un sistema político que es -por decir lo menos- limitadamente democrático.

Es ésta, pues, una huelga política: orgullosamente política, concedámoselo a los vocingleros de la derecha, pues por una vez tienen toda la razón. Porque sólo a través de un cambio en el sistema político (desde la democracia europea hasta el derribo del gobierno de Rajoy, pasando por la democratización profunda del sistema español del post-franquismo) podremos salir de esta sin perder nuestros derechos sociales (y acaso alguno más) y recuperando los políticos.

¿Estamos, sin embargo, verdaderamente preparad@s para asumir las consecuencias de tal constatación? ¿Vamos a hacer una huelga general verdaderamente política, aunque sea adaptada a nuestros magros recursos?

Hace ya bastante tiempo, apunté que los cambios que necesitábamos no iban a ser posibles empleando tan sólo las vías de protesta que el sistema político español permitía dentro de su legalidad: ni huelgas generales de un día ni las manifestaciones, por frecuentes y numerosas que sean, pueden, por sí solas, producir el efecto comunicativo que precisamos. (Sin descartar por ello por completo su potencia: pueden producir un efecto de desgaste sobre los líderes políticos que no debemos tampoco despreciar.) Hoy reafirmo mi idea: necesitamos desobedecer, para lograrlo.

Soy consciente, sin embargo, de las limitada capacidad de movilización (más aún, de una movilización prolongada y peligrosa) de que disponemos. No llamo, precisamente por ello, a ninguna insurrección: porque, aun si resultase deseable, no parece posible, aquí y ahora, dada la disposición -pese a todo, sumisa- de la ciudadanía.

Pero, entre la insurrección y la protesta de rutina, creo que es posible hallar caminos intermedios y fructíferos. Necesitamos, pues, encontrarlos. En este sentido, el llamamiento de la Cumbre Social a la que la huelga sea una "huelga ciudadana" y una "huelga de consumo" nos da ya algunas claves. Como nos las da la iniciativa de la Coordinadora 25S (apoyada por Toma la Huelga) de rodear el #14N de nuevo el Congreso de los Diputados.

Son estas el tipo de iniciativas que necesitamos: necesitamos que el #14N todas las ciudades del país se llenen no sólo de huelguistas y de manifestantes, sino también de ciudadan@s desobedientes: el sabotaje, boicot, la ocupación, las concentraciones en plazas principales, los cortes del tráfico, la huelga de celo, el rodeo y bloqueo de instituciones,... y tantas otras iniciativas de desobediencia que puedan imaginarse, marcarán, según creo, la diferencia entre una huelga más y una que sea, en sus efectos (y no sólo en su retórica), auténticamente destituyente.

Necesitamos poner de manifiesto que, efectivamente, "somos más, somos el 99 %". Pero, sobre todo, tenemos que demostrar que estamos decidid@s: a tomar el poder, el que nos pertenece, y hacer que al fin "nuestros" gobernantes nos tengan miedo, ya que no respeto. Eso sólo se logra haciendo un alarde visible de poder: en el caso de l@s de abajo, a esto se le llama, propiamente, desobedecer.

Así pues, la desobediencia civil no es sólo un derecho. Aquí y ahora, de cara a la huelga del #14N, ha de ser vista también como parte, sustancial, de una estrategia política que tenga alguna posibilidad de éxito.

Esto es lo que necesitamos, en términos políticos. ¿Seremos capaces de llevarlo a cabo?


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