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domingo, 29 de julio de 2012

"Wind across the everglades", de Nicholas Ray


Muchas veces, el hecho de que en una sola narración cinematográfica se contenga pretensiones muy diversas (algo, por lo demás, común, en una producción cultural que, como la del cine, es prácticamente siempre colectiva) conduce a resultados que estéticamente resultan insatisfactorios. (El otro día, sin ir más lejos, reprochaba tal defecto a la última película de Pablo Trapero.) Y, sin embargo, a veces, el conflicto expresivo y la tensión que ello provocan acaba por resultar particularmente revelador...


Wind across the everglades es una película que resultó conflictiva en su gestación, con un Nicholas Ray enfrentado a los productores y que acabó por ser despedido. Pero ocurre que seguramente a causa de la combinación de dicho enfrentamiento y de la conflictiva y ambiciosa personalidad del director (que siempre aspiró a romper con el  canon -de producción y de expresión- de los estudios del Hollywood más clásico), lo cierto es que en los intersticios de las imágenes que podemos contemplar en la pantalla se filtran grandes dosis de realidad, difíciles de detectar en las producciones comerciales más usuales.

En efecto, podemos hallar en la película numerosas imágenes del entorno natural de Florida, mucho más abundantes de lo que es habitual en las producciones comerciales ambientadas en espacios "exóticos". Podemos observar ejercicios interpretativos de los actores, auténticas set-pieces de cámara, sólo tenuemente conectadas con la trama. Podemos detectar una inusual (aunque no tanto: el clasicismo fue siempre más una aspiración que una realidad) relajación de las exigencias de cohesión dramática y narrativa, puesto que la trama apenas importa. Podemos ver a un actor como Christopher Plummer completamente perdido en una dramaturgia (más o menos) clásica...

Invito, pues, a ver Wind across the everglades como un verdadero espectro: de una disolución de las formas  cinematográficas clásicas, desde dentro de la institución, de Hollywood. Disolución que el propio Ray (y otros muchos, claro: Sam Pekinpah sería un buen termino de referencia) seguiría impulsando a lo largo de toda su carrera. (Fue necesario, luego, para la institución reimponer, en los años ochenta, un nuevo canon, sobre las ruinas del anterior. Pero esa es ya otra historia.)


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