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domingo, 8 de julio de 2012

"The last valley", de James Clavell


Esta película (basada en una novela de J. B. Pick) plantea, al hilo de una narración cinematográfica de tintes clásicos, el tratamiento de un problema sociopolítico del máximo interés, entonces y ahora: la lábil frontera entre "lo (naturalmente) humano" y el comportamiento humano mediado por su socialidad; y, por ende, por los poderes que en la estructura social residen.

El problema, en efecto, que se les plantea a los personajes de la película es resolver el dilema de si son capaces de sobrevivir, gracias a poner en común aquello que todos ellos tienen, su humanidad (natural). O si, por el contrario, las condiciones sociales -diferenciadas, y marcadas a fuego por prácticas sociales de poder- que a cada uno de ellos les ha llevado hasta allí (mujeres y varones, soldados y campesinos, líderes y subordinados, católicos y protestantes, creyentes ortodoxos y brujas) han de ocasionar tales conflictos (en torno a los recursos -comida, dinero, sexo-, en torno al poder, en torno a la la atribución de sentido a lo real -a la ideología, pues...) que la comunicación, la convivencia... y, por consiguiente (en las circunstancias sociohistóricas -guerra, miseria, hambrunas- en las que les ha tocado vivir) la supervivencia, se vuelvan imposibles.

La respuesta a esta cuestión en la trama resulta ambivalente: durante un tiempo, y con inevitables ajustes (violentos) entre los poderes en competencia, parecería que lo naturalmente humano prevalece, los personajes son capaces de volver compatibles las relaciones de dominación con una creciente aproximación entre seres. No obstante, en el largo plazo, la historia (las condiciones sociohistóricas) parecen, finalmente, imponerse; y cada sujeto vuelve a su lugar, dentro de la estructura social (y a su rol en los conflictos, interpersonales y colectivos). Y sólo, al cabo, resta la nostalgia (en el momento de la muerte del Capitán -un magnífico Michael Caine, con su matizada interpretación de ese personaje atrapado, pero capaz al tiempo de comprender lo contradictorio y rico de la situación) de que, tal vez, los seres humanos podrían ser capaces de convivir, con sus deseos y sus impotencias, sin la necesidad de ser objetos del poder. Vana nostalgia.

Una narración, pues, que resulta en todo momento tensa (aun si también melancólica), enlo temático. Y que, en el plano formal, muestra un clasicismo que, sin embargo, se halla lastrado y deformado por la innegable tensión que dicha forma narrativa había de soportar ya a las alturas de los años setenta del siglo pasado. Tensión que aparece plasmada en el frenesí de ciertos encuadres, de ciertos cortes de montaje, de algunos movimientos de cámara, extremadamente violentos para lo que el canon proponía como normativo.


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