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domingo, 11 de diciembre de 2011

Realismo, destino y rebelión de la esperanza


"Nietzsche expuso en el «Anticristo» el más vigoroso argumento no sólo contra la teología, sino también contra la metafísica: que la esperanza es confundida con la verdad; que la imposibilidad de vivir feliz, o simplemente de vivir, sin pensar en un absoluto no presta legitimidad a tal pensamiento. Refuta en los cristianos la «prueba de fuerza», según la cual la fe es verdad por que produce la bienaventuranza. Pues, «¿sería alguna vez la bienaventuranza -o, hablando técnicamente, el placer- una prueba de la verdad? Lo es tan poco, que casi aporta la prueba de lo contrario, y en todo caso induce a la máxima suspicacia acerca de la 'verdad' cuando en la pregunta '¿qué es verdadero?' hablan también sentimientos de placer. La prueba del 'placer' es una prueba de 'placer' -nada más; ¿a base de qué, por vida mía, estaría establecido que precisamente los juicios verdaderos producen más gusto que los falsos y que, de acuerdo con una armonía preestablecida, traen consigo necesariamente sentimientos agradables?» («El Anticristo», af. 50). (...)"


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(...) Pero fue el mismo Nietzsche el que enseñó al «amor fati», el «deber amar tu destino». Ésta es, comodice en el epílogo al «Crepúsculo de los ídolos», su naturaleza más íntima. Y habría entonces que preguntarse si existe algún otro motivo que lleve a amar lo que a uno le sucede y afirmar lo existente porque existe que el tener por verdadero aquello en lo que uno espera. ¿No conduce esto de la existencia de los «stubborn facts» a su instalación como valor supremo, a la misma falacia que Nietzsche rechaza en el acto de derivar la verdad de la esperanza? Si envía al manicomio a la «bienaventuranza que procede de una idea fija», el origen del «amor fati» podría buscarse en el presidio. Aquel que ni ve ni tiene nada que amar acaba amando los muros de piedra y las ventanas enrejadas. En ambos casos rige la misma incapacidad de adaptación que, para poder mantenerse en medio del horror del mundo, atribuye realidad al deseo y sentido al contrasentido de la coerción. No menos que en el «credo quia absurdum» se arrastra la resignación en el «amor fati», ensalzamiento del absurdo de los absurdos, hacia la cruz frente a la dominación. Al final, la esperanza, tal y como se la arranca de la realidad cuando aquélla niega a ésta, es la única figura que toma la verdad. Sin esperanza, la idea de la verdad apenas sería pensable, y la falsedad cardinal es hacer pasar la existencia mal conocida por la verdad sólo porque ha sido conocida. Es aquí mucho más que en lo contrario donde radica el crimen de la teología, cuyo proceso impulsó Nietzsche sin haber arribado a la última instancia. En uno de los más vigorosos pasajes de su crítica tildó al cristianismo de mitología: «¡El sacrificio expiatorio, y en su forma más repugnante, más bárbara, el sacrificio del inocente por los pecados de los culpables! ¡Qué horrendo paganismo!» («El Anticristo», af. 41). Pero no otra cosa es el amor al destino que la sanción absoluta de la infinitud de tal sacrificio. Es el mito lo que separa la crítica de Nietzsche a los mitos de la verdad." 

Theodor W. Adorno, Minima Moralia, §61


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