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lunes, 3 de octubre de 2011

"White material", de Claire Denis


Una mujer blanca (Isabelle Huppert) se halla en medio de una carretera polvorienta. La luz violenta ilumina su piel ya ajada. La cámara (en composiciones visuales eminentemente "modernas", no clásicas: vale decir, inestables, tanto en cuanto a la composición del plano como en el movimiento) espía su perplejidad, su ansiedad, su espera...

Así se inicia White material, la última película perpetrada por Claire Denis. Una película moderna, pues, sin duda alguna: vamos a recorrer, junto con la cámara, el trayecto existencial de unos personajes. Aquí, las vicisitudes de algun@s europe@s y de algun@s african@s, en el marco de un innominado conflicto civil en algún indeterminado estado africano.

A mi entender, sin embargo, el atractivo de la película de Dennis no estriba -o no tanto- en su (más evidente) faceta de película modernista, volcada sobre las ansiedades, deseos y contradicciones del sujeto contemporáneo: en este sentido, en efecto, White material no es capaz de ir más lejos, ni de revelar más, de lo que ya lo han hecho otros cineastas y otras películas mucho más eminentes (pongamos ejemplos: Bergman, Dreyer o Antonioni).

Ocurre, empero, que, en mi opinión, la película tiene una segunda (¡o primera!) lectura, en clave política, que me parece mucho más atrayente y pertinente. Desde este punto de vista, es posible ver White material como una convicente representación -una, por supuesto, no la única- de los fantasmas (mentales, pero con consecuencias sociales) que genera inexorablemente el derecho de propiedad privada sobre los medios de producción. Y, muy en particular, una propiedad que tiene su origen (¿no la tienen todas?) en la desposesión, en la expropiación originaria. Una expropiación originaria que, no obstante, puede aún ser recordada como tal: porque tuvo lugar en el marco de la colonización.

¿Qué mueve, en efecto, a todos los personajes protagonistas de la película a actuar, de las formas tan anómalas que podemos contemplar (y que la cámara de Denis persigue incansablemente, en su extrañeza)? Me parece que, indudablemente, se trata en todos los casos de sus respectivas actitudes y posiciones ante el hecho de la propiedad privada de los protagonistas blancos sobre la tierra africana. Los unos (las personas blancas y sus aliados) obran obsesionados por "preservar su herencia", el "fruto de su trabajo". Los otros (los guerrilleros, pero también los soldados del gobierno) parecen estar constantemente reaccionando ante su sensación de desposesión, de expropiación. Aun el hijo de Maria Vial (Nicholas Duvauchelle) reacciona también a su manera: mediante una suerte de esquizofrenia, entre su posición de propietario y su conciencia de la desposesión del resto de los pobladores del lugar.

Y lo que la narración parece poner de manifiesto es que no es posible una relación social sana (aun en el sentido psiquiátrico del término) cuando lo que existe, como trasfondo material de la  interacción, es una situación de apropiación privada de lo (que, en realidad, es) común.

Se trata, pues, de una película -a mi entender- eminentemente política. Mas no en el sentido más convencional del calificativo: puesto que, efectivamente, en la historia narrada muy poco es detallado acerca de los orígenes de la propiedad, del conflicto civil, de la estructura social, de las razones de cada personaje para adoptar la posición que acaba por tomar, etc. No, yo diría que la película es profundamente política en otro sentido, más profundo: en tanto que en ella se lleva a cabo una investigación en las estructuras de la "conciencia desventurada" (empleo aquí la expresión en un sentido ligeramente diferente al de G. W. F. Hegel... aunque no tanto -como lo haría la izquierda hegeliana, tal vez), propia de una sociedad de amos y esclavos, de propietari@s y de proletari@s (que tienen la dicha/ desdicha de aún recordar que lo son).


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