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miércoles, 19 de octubre de 2011

La corrupción de la esfera pública: un poema


¿No nos recuerdan estos hermosos -pero dramáticos- versos de José Ángel Valente al ruido que cada día soportamos, en el foro público de esta democracia demediada, de parte de charlatanes y de mercenarios de la comunicación, de politicastros y de lacayos varios al servicio de los poderosos, que intentan taponar, con su griterío, con sus injurias y con sus payasadas, las verdades del barquero (el hecho de que las clases populares son cotidianamente explotadas, sojuzgadas y despreciadas)?


La mentira


Caminan por los campos, arreando a sus bestias
cargadas de cadáveres, hacia el atardecer.

Pero no allí,
sino en el centro de la ciudad
están (aunque su reino sea más
odioso en el alma): son
los mercaderes del engaño.
Levantan en la plaza
sus tenderetes y sus palabras, pues son hábiles
en el comercio de la irrealidad.
Proceden del sueño y también
lo engendran a su vez.
Mezclaos entre la multitud y veréis
hasta qué punto sus palabras son vanas,
pues no les pertenece ni un solo corazón.
Si alguien levanta su voz en la asamblea,
tal vez un hombre honrado,
para enarbolar la verdad,
ellos extienden sus manos engañosas
hasta teñir el cielo de un sangriento color.
Porque tienen el viejo poder de la mentira
que desciende en la noche,
cubre los campos,
se mezcla a las semillas,
contamina los frutos de toda corrupción.
Mentira es nuestro pan, el que mordimos
con ira y dolor.
Bajamos a la caída de los sueños
como una bandada de pájaros sedientos de verdad.
Pero ninguna hora había sonado
que fuese nuestra. Entonces comprendimos
que al igual que la tierra huérfana de cultivo
debíamos dar fruto en soledad.

Pero ahora acercaos: ved
cómo la noche cae. Se oye
un largo toque de silencio y redobla
el hisopo sobre el tambor.
La plaza está desierta (parece descansar
la ciudad en un sueño más hondo que la muerte).
Sólo quedan palabras como globos hinchados,
ebrios de nada. Van
flotando lentamente sobre la carroña del día
y su implacable putrefacción.

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