Esta película sería una más de la amplia serie de mob movies producidas en los años treinta en Hollywood (muy señaladamente, además, por Warner Bros. Pictures, la productora de esta película) si no tuviese como protagonistas destacadas a un grupo de mujeres (prostitutas, por más señas), que se ven obligadas a enfrentarse a un líder del hampa, y a colaborar, por su propia supervivencia, con el sistema penal en su destrucción.

Más allá, entonces, de las convenciones del género y del cine de la época, lo peculiar de la película es el hecho, enfatizado a través de la puesta en escena, del heroísmo de esas mujeres. Un heroísmo que, por supuesto, no es reconocido -ello también se enfatiza en la narración- por la sociedad "bienpensante", que prefiere creer que han sido sus agentes (los de la justicia penal) los que han sido capaces de acabar con la corrupción que asola la ciudad, cuando, en realidad, sólo la firmeza (y, por qué no decirlo, la desesperación) de unas mujeres, marginadas y despreciadas, ha podido lograrlo.