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lunes, 18 de abril de 2011

"Les amants reguliers", de Philippe Garrel: la revolución como oportunidad para el egotismo


¿Puede y debe ser la revolución algo más que una etapa en la educación sentimental del artista? Si tuviésemos que hacer caso a cierta intelectualidad europea, no: si Gustave Flaubert hacía recorrer (en L'Éducation sentimentale) a su protagonista las barricadas de la revolución de 1848, en la película que ahora comento podemos hallar otra nueva visión de egotista, acerca de lo que un proceso de cambio político significa para quienes lo viven más como experiencia que como praxis necesaria. Para quienes tienen alternativas, en suma, por lo que pueden ir eligiendo -con mayor o menor fundamento- a cada instante si quieren o no aún seguir siendo revolucionari@s. (Un campesino colombiano, por ejemplo, acosado por terratenientes y paramilitares, no tiene más opción que serlo, en mayor o menor medida, y defender sus derechos, si no quiere sucumbir.)

De modo coherente (y, sin embargo, lamentable), la visión que Garrel nos presenta de los acontecimientos de mayo de 1968 prescinde por completo de sus teóricos mayores beneficiarios: el pueblo, la clase trabajadora. Tan sólo algunos jóvenes (evidentemente procedentes de sectores económicamente acomodados), que juegan a la revolución. Y, luego, abandonados por ella -tal es el lema-, se refugian en una sentimentalidad doliente, sí, pero también complaciente. La política es, pues, tan sólo un contexto para lo que de verdad importa (al autor): los sentimientos que la misma genera.

Y, cuando de emociones se trata, se impone una evidencia: sólo quienes -no es mi caso- sean capaces de empatizar de algún modo con los dilemas existenciales de esa juventud acomodada y perdida podrán seguir con interés lo que una película como esta (evidentemente hermosa desde el punto de vista visual, aunque, según creo, superficial en términos dramáticos) muestra y narra. Para l@s demás, quedan las hermosas imágenes, queda la explicación de lo que una generación dentro de una clase social ha sentido (que explica mucho de cómo luego ha sido). Pero poco, entonces, tiene todo ello que ver con el fenómeno (político, objetivo) de la revolución misma, que deberá esperar a que otras obras de arte la representen en su magnificencia y en su totalidad.


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