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viernes, 28 de enero de 2011

Cine patético


Dice el diccionario que el patetismo ("cualidad de patético") tiene que ver con aquello "que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía".

Es obvio, pues, que el patetismo resulta ser, ante todo, una determinada retórica: es posible, incluso, lograr la emoción con las vicisitudes de un asno (Robert Bresson), si se trabajan adecuadamente el discurso narrativo y, luego, la puesta en imágenes. Y, al contrario, también es posible dar un tratamiento completamente alejado de cualquier patetismo hasta a las mayores tragedias: así lo hace, por ejemplo, Shorei Imamura, al hablar de la masacre de Hiroshima (en Kuroi ame -Lluvia negra).

El cine (particularmente el cine clásico, aunque no sólo) ha cultivado con frecuencia la retórica del patetismo. Aunque, a mi entender, casi siempre con magros resultados estéticos: a veces, por la imperfección formal (la mayoría de los melodramas de Pedro Almodóvar entrarían en esta categoría, en mi opinión); otras, al contrario, por un exceso de manierismo (un ejemplo extremado sería el cine de Baz Luhrmann, pero -sin tantos alardes- podríamos mencionar igualmente tantos melodramas del cine clásico, antiguos y contemoráneos -de William Wyler, de Jane Campion,...). Resulta, en efecto, muy difícil hallar el punto de equilibrio entre la gestualidad retórica (visual, sonora, dramática, interpretativa) que la expresión del patetismo exige y la preservación de la capacidad de provocar emoción en el/la espectador(a): un exceso de retórica, al llamar excesivamente la atención sobre la forma, tiende a disminuir, y aun a eliminar dicha capacidad, al hacer más dificultoso concentrar la atención acerca de la historia (mejor: de los aspectos patéticos de la misma, que han de ser destacados por la forma, pero con el suficiente comedimiento, para no ahogarlos en formalismo).

Por lo demás, y reflexionando acerca de aquel cine que me parece que verdaderamente ha logrado dicho punto de equilibrio (abajo propongo una lista, meramente tentativa -y personalísima), compruebo que tiene varias características en común en cuanto a las características de las historias narradas. Así, en primer lugar, en todas las películas que más abajo refiero se ha trabajado de manera particularmente delicada la identificación del/a espectador(a) con algún personaje protagonista. (Ésta, desde luego, no es una característica distintiva, ya que en muy buena medida el cine clásico ha partido predominantemente de tal técnica de identificación. Pero sí que podemos decir que se trata de una condición necesaria: no sólo haber intentado lograr tal identificación, sino lograrla efectivamente. Lo que, por supuesto, tiene que ver, de nuevo, con la forma: con el diseño de personajes y de la trama de acciones, con su seguimiento visual adecuado -respetuoso, permitiendo el acceso a su universo...)

Pero, sobre todo, hay que llamar la atención sobre una segunda característica común que hallo en todas las películas que calificaría propiamente como patéticas: todas ellas versan, de uno u otro modo, acerca del control del deseo. Precisamente, me parece, la emoción del/a espectador(a) surge primordialmente de esta causa: las películas muestran cómo el personaje ve frustrado su deseo. Y lo ve frustrado a través de las praxis de los poderes sociales. Y, además, como un destino ineluctable.

De ello, me parece, surge la emoción: de convertir un incidente en tragedia existencial. En generalizar, pues. Y, claro está, en permitir que el/la espectador(a) perciba dicha generalización y se la aplique (¿quién no ha visto su deseo impedido, a veces por circunstancias imprevisibles, pero también, en otras tantas ocasiones, por los poderes sociales que limitan lo que pueda hacerse, quererse, amarse, interactuarse,...?). El personaje se convierte, así (para el/la espectador(a), en prototípico: un héroe existencia, "como yo". ¿Cómo no emocionarse?

Mi lista de películas (conseguidamente) patéticas (aquellas que a mí más me logran emocionar):

- City lights, de Charles Chaplin.

- Backstreet, de John M. Stahl.

- Make way for tomorrow, de Leo McCarey.

- It's a wonderful life, de Frank Capra.

- La strada, de Federico Fellini.

- An affair to remember, de Leo McCarey.

- Imitation of life, de Douglas Sirk.

- Au hazard, Balthazar, de Robert Bresson.




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