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jueves, 17 de junio de 2010

"La nana", de Sebastián Silva



En el plano temático, la película nos narra las condiciones de vida de esa semiesclavitud que viene constituida por el "servicio doméstico interno", en la que las personas -mujeres, esencialmente- renuncian prácticamnte a una vida autónoma, para convertirse en un mero apéndice, cuidador de una (otra, ajena) unidad familiar. Y ello, dicha dominación, ocurre aun en -como es el de la película- el mejor de los casos, cuando los miembros de esa unidad familiar son abiertos, progresistas, cariñosos,... No importa: el problema estriba en la estructura de poder subyacente.

En todo caso, la película de Sebastián Silva no destaca solamente por el tema narrado, sino también por su tratamiento: porque (como apunta certeramente Jaime Pena -Cahiers du Cinema España nº 33, abril 2010) un argumento que, muy previsiblemente, habría podido dirigirse hacia el melodrama, el más trillado cine social "realista",  el cine de terror o el cine de huis clos (o la comedia), es capaz de preservar un delicado equilibrio, en el que todos esos componentes genéricos están presentes, porque la vida -más aún, una vida sujeta a la dominación- se compone de todos ellos (de miedo, de risa, de sufrimiento, de emociones, de angustia existencial). Pero se presentan en una combinación en la que la indefinición genérica -tantas veces visible como defecto, en otras películas- aparece aquí como una verdadera virtud: a través de ella, de esa combinación desvaída de elementos, nos vemos capaces de penetrar en el "alma" (en las emociones, en la memoria) de esa mujer. La espléndida (por contenida, por matizada) interpretación de Catalina Saavedra, así como una cámara que persigue y acosa a los personajes y a las escenas muy de cerca, evitando cualquier contemplación, hacen el resto de lo necesario para encontrarnos ante una gran película: realista, en el mejor -no siempre obvio- sentido de la palabra.

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