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jueves, 28 de enero de 2010

"Pandora and the Flying Dutchman", de Albert Lewin: ensueño romántico, surrealismo kitsch


Otra de esas rarezas que, muy de vez en cuando, nos proporciona el cine: aquí, Albert Lewin -siempre extremadamente original en su labor cinematográfica- nos presenta una colisión de mitos clásicos en una extraña historia en torno al amour fou como única (o mejor) forma de amor. Todo ello, ambientado en un pueblo de la Costa Brava (en los años cincuenta), aunque con un protagonismo absoluto de los residentes extranjeros en el pueblo (adinerados y diletantes), completados con algunos elementos españoles de los que, por aquel entonces, el cine norteamericano consideraba "típicos" (flamenco, toros, gitanos).

Acaso lo más característico de la película sea, por una parte, el trenzado entre romanticismo y tipismo (un poco al modo de Carmen, vaya) en el argumento y en los ambientes; y, por otra, un tratamiento visual que juega con el color y con extraños decorados (esas estatuas clásicas enterradas en la playa...) para producir un efecto de extrañamiento. Lewin aludió al surrealismo como trasfondo estético de su proyecto. Habría que advertir, en todo caso, que se trataría de un surrealismo muy tamizado por las exigencias de la tópica temática y estilística del cine clásico (que ya se había encargado, al menos desde los años veinte, de codificar la expresión de las pasiones, del destino fatal, de los celos, del amor más allá de la muerte, etc.). Y, precisamente, tal vez en ese choque entre estéticas (en el más amplio sentido del término: no sólo de formas, sino también de los contenidos de las mismas) resida lo más significativo, digno de análisis, de la película.

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