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lunes, 12 de octubre de 2009

Acerca del irremediable fracaso de la existencia: un pasaje de Robert Walser


"Contemplando la tierra, el aire y el cielo, me vino el doloroso e irremisible pensamiento de que era un pobre preso entre el cielo y la tierra, que todos los humanos éramos de ese modo míseros presos, que sólo había para todos nosotros un tenebroso camino, hacia el hoyo, hacia la tierra, que no había otro camino al otro mundo más que el que pasaba por la tumba. “Así pues todo, todo, toda esta rica vida, los amables y sentenciosos colores, este encanto, esta alegría y este placer de viviré, todas estas humanas importancias, familia, amigo y amante, esta clara y tierna luz llena de bellas y divinas imágenes, las casas paternas y maternas y los dulces y suaves caminos perecerán un día y morirán, el alto sol, la luna, los corazones y los ojos de los hombres.” Pensé largo tiempo en ello, y pedí perdón en silencio a las personas a las que quizá pude haber hecho daño. Durante largo tiempo me sumí en inconcretos pensamientos, hasta que volví a pensar en la muchacha, tan hermosa y llena de juvenil frescura, que tenía unos ojos tan buenos, dulces y puros. Imaginé vivamente lo encantadora que era su bella boca infantil, lo hermosas que eran sus mejillas, y cómo su presencia física me hechizaba con su melodiosa ternura, cómo hace cierto tiempo le pregunté algo, cómo bajó los bonitos ojos en la duda y en la incredulidad, y después cómo dijo “no” cuando le pregunté si creía en mi amor sincero, mi cariño, entrega y ternura. Las circunstancias la habían ordenado viajar, y partió. Quizá hubiera podido convencerla a tiempo de que tenía buenas intenciones, de que su querida persona me era importante y de que por muchos hermosos motivos quería hacerla feliz, y con ello a mí mismo; pero no me esforcé más, y ella partió. ¿Para qué entonces las flores? “¿Recogía flores para depositarlas sobre mi desdicha?”, me pregunté, y el ramo cayó de mis manos. Me había levantado para irme a casa; porque ya era tarde, y todo estaba oscuro."

Robert Walser, Der Spaziergang


"300", de Frank Miller y Lynn Varley


Una espléndida novela gráfica (bastante mejor, en mi opinión, que su adaptación cinematográfica por Zack Snyder), ante todo por la composición de las páginas, por el dibujo y por el color. (El argumento -la batalla de las Termópilas-, de tan emblemático que se pretende, se queda más bien en esquemático.) Se lee y ve rápido, pero el placer estético obtenido en la contemplación permanece.

Véase una buena y ponderada crítica en:

Émile Zola: Thérèse Raquin



Thérèse Raquin nos cuenta, en definitiva, las dificultades e imposibilidades del deseo humano.

Una mujer, Thérèse, a la que le ha sido impedido desear, y un hombre, Laurent, indolente, que nunca deseó desear, se hallan. Y cada uno satisface los deseos del otro. Y ambos construyen un deseo común: el de estar el uno frente al otro y junto al otro. La realidad se les opone, sin embargo, en la persona del marido de Thérèse, Camille, por lo que deciden acabar con él, para hacer realidad su deseo común.

La música de Stephen Foster en el cine: I Dream of Jeanie (Allan Dwan, 1952)



Esta recomendación es sólo para quienes -como yo- sean fanáticos del cine musical. No es una gran película, aunque sí es agradable de ver. Y, sobre todo, al tratarse de una suerte de biografía de los primeros pasos hacia el éxito del compositor norteamericano del siglo XIX Stephen Foster, contiene una sucesión de espléndidas canciones: Oh! Susanna, Nelly Bly, Old Folks at Home, My Old Kentucky Home, Jeanie With the Light Brown Hair (la canción que da título a la película) y Beautiful Dreamer, entre otras.

Una rareza: Carnival of souls (Herk Harvey, 1962)


Esta película, dirigida por un director desconocido, Herk Harvey, con actores desconocidos y presupuesto ínfimo, nos coloca en la mente de una mujer (Mary Henry: Candace Hilligoss) que -se supone- sobrevivió a un accidente de automóvil, siendo la única superviviente, y desde entonces ha de sufrir lo que se supone que son alucinaciones. Toda la película cuenta su lucha por intentar preservar el sentido de todo lo que hay a su alrededor (bastante antipático, por lo demás: la patrona, el vecino ligón, el párroco estirado, el médico racionalista que la atiende), que, sin embargo, se va desmoronando en lo que parece un colapso mental completo... hasta que, al final, acabamos por comprender la realidad de lo que había sucedido.

¿Se debe aplicar la castración química a los violadores?